De nuevo un homenaje a "Liberty bar", de Simenon.

Hace ya algunos años, en concreto el 9 de mayo de 2007, nacía Liberty. El nombre era un homenaje a la mejor novela de Simenon sobre Maigret, Liberty bar. Luego, ya casi al final, cambió el nombre por el de JAJA, un personaje entrañable de dicha novela. Y, más tarde, Liberty/JAJA desapareció, era abril del 2009: "Hasta... ¿pronto, nunca, siempre?" se despedía entonces con cierto amargor en el alma: "muchos lectores que tienen otros blogs", muchos escritores que enviaban sus libros, algunas editoriales que también lo hacían (había días en que Liberty recibía más de 100 visitas)... dejaron de existir, ya no enviaban, ya no escribían, ya no existían...

Hoy (noviembre 2012) vuelve, con otra dirección (en-liberty.blogspot.com) pero con el fin de recuperar alguno de los textos que allí se publicaron. Y algunas cosas más. Pero haciendo tabla rasa de aquellos años.

Enrique Bienzobas

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martes, 8 de enero de 2013

"¡El verdadero genio es desctructor!"




La parte floja de la novela es el principio, sin embargo da pie a toda la historia. Maigret se encuentra en Bruselas durante un viaje de trabajo. En una cafetería observa a un tipo que tiene pinta de parado pero que está contando billetes de mil francos franceses. Esto le convierte en sospechoso y el comisario le sigue. Continuando con las causalidades compra un maletín igual que el que lleva el tipo y lo hace “por diversión”, sin ningún objetivo previo. De igual manera cambia, en un descuido, el maletín del perseguido por el que ha comprado que está lleno de papeles.
A partir de aquí terminan las casualidades, que en las novelas policíacas no son de buen ver, pues parece que se saca todo de la manga o que no se ha seguido correctamente el fair-play. Una vez de lleno en los hechos se ha construido una historia extraordinaria en la que Maigret se considera responsable, por esa casualidad de la que hablaba, de un suicidio y para desentrañar las causas busca machaconamente, como es típico en él, como si fuera una figura de pesadilla monstruosamente enorme e inexpresiva que camina hacia el durmiente con intención de aplastarlo. Así es. Maigret aplasta la prepotencia con la que los antiguos “Compañeros del Apocalipsis” que quedan vivos se enfrentan a la investigación.
La investigación que lleva a cabo el comisario nos la presenta un narrador omnisciente. Pero los hechos, “de hace diez años”, son contados por las personas directamente implicadas en ellos, sobre todo por dos. Dos narradores, pues, que en primera persona, dan una gran verosimilitud a la historia cuando ésta se introduce en los pecados de juventud.
Pero antes de llegar al corazón de la historia, Simenon, un maestro en las descripciones con pocas palabras y frases directas utilizando la hipérbaton, hace alarde de ello: Y había allí una sabrosa algarabía, gritos en dialecto valón [se encuentra en Lieja], el agrio timbrazo de los tranvías amarillos y rojos, el cuádruple chorro de una fuente monumental, coronada por la escalinata, que intentaba dominar el rumor de un mercado próximo. O esta otra en la que trata de destacar el ambiente cotidiano en una cafetería de una estación sin importancia: Aquella tarde había una atmósfera pesada. Una mujer dormitaba en la caja. Un chorro de vapor salía de la cafetera. La puerta de la cocina estaba abierta y se oían los pitidos de un aparato de radio manipulado por un chiquillo. Los detalles más cotidianos, los objetos más corrientes en los que apenas caemos normalmente porque su existencia está implícita en nuestras vidas, son descritos de una forma tan sencilla como veraz.
El argumento de la novela es la investigación que lleva a cabo Maigret, con alguna ayuda del inspector Lucas sin que éste sepa de qué se trata, para desentrañar un misterio como el del suicidio de un pobre hombre presenciado por el propio comisario. Poco a poco y luchando contra los protagonistas que saben qué hacer, Maigret va llegando al final. Final que, contado como digo en primera persona, nos introduce directamente en el tema de la novela: los delirios de juventud.
Un grupo de jóvenes belgas formado por estudiantes ricos y pobres que se consideran llamados a cambiar el mundo, constituyen una especie de sociedad secreta, Los compañeros del Apocalipsis. Reinventan el mundo odiando lo burgués, la sociedad y todas las ideas establecidas, mezclando a Nietzsche, Marx, Moisés, Confucio y Jesucristo. En medio de discusiones sobre filosofía, arte y política llega, como no, la necesidad de actuar. ¡Por poco nos convertimos en anarquistas!, nos dice uno de ellos y añade, profundizando en los deseos de la praxis: Hubo un atentado en Sevilla[i]. El artículo del diario se leyó en voz alta, y ya no recuerdo quien exclamó: ‘¡El verdadero genio es destructor!’, y aquel puñado de muchachos discutió durante horas en torno a esa idea. Pensamos la manera de fabricar bombas. Nos preguntamos a quien convendría hacer saltar por los aires. Pero esa idea es olvidada después de sucesivas borracheras artísticas y políticas. Viniendo otras más hasta llegar a una que les obsesiona a todos: la idea de la muerte. ¿Quién es capaz de matar? Una obsesión final. El grupo se deshizo y unos lograron triunfar, los que procedían de familias ricas, y otros fracasaron, los que procedían de familias pobres.
Esta historia golpea las conciencias de los antiguos Compañeros y, por acción de uno de ellos, el que queda de los más sinceros, de los que, metidos en un juego de niños, quedó atrapado en él.
El destino se encarga de hacer justicia y al final queda una gran frase de Maigret dirigida al perplejo Lucas: No hay nada tan divertido como la vida.

SIMENON, GEORGES: El ahorcado de la iglesia. Título original: Le pendu de Saint-Pholieu. Traducción : Joaquín Jordá. Tusquets. Barcelona, 1ª ed. 1994. 184 págs. ISBN : 84-7223-404-5



[i] Como la novela fue escrita a bordo del Ostrogoth, el barco con el que Simenon viajaba por los canales de Francia en el verano de 1930, se entiende que diez años antes fue en 1920. En España los años comprendidos entre 1918 y 1920 son llamados el Trienio bolchevique, cargado de atentados, huelgas y desarrollo del movimiento obrero. En Sevilla hubo ese año varias huelgas y atentados, pero quizá se refiera al atentado fallido que sufrió el arquitecto Aníbal González que en esos años construía la monumental Plaza de España. Los obreros de la construcción, en huelga, le encuadraron entre la aristocracia explotadora, con la que sin duda el arquitecto se codeaba, y lo eligieron en un arranque ciego de ira, como el de “Los compañeros del Apocalipsis”.

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lunes, 7 de enero de 2013

El negro, una historia policiaca vista desde fuera




Ésta no es la portada de la verdión que yo leí, pero no la he encontrado para 
ilustrar esta entrada, se trataba de SIMENON, GEORGES: El negro
Traducción Julio Gómez de la Serna. Editorial Argos Vergara. 
Barcelona, 1981. 157 págs. ISBN: 84-7071-998-5.


El inclasificable Simenon escribe El negro en su residencia de los Alpes Maritimes –“Golden Gate”, Cannes-, donde se había instalado en el año 1955 a su regreso del largo viaje por Norteamérica. La terminó en abril de 1957. En ese momento había escrito otras ochenta. Es decir, su estilo ya está totalmente depurado y su fama había saltado de un continente a otro. Es un escritor reconocido cuya única aspiración es vivir el tiempo necesario para reasumir hasta el final el cilco de los personajes novelescos que he dado a luz.
¿Qué hacer entonces con Teodoro Doineau, a quien su madre abandonó en un hospicio y que nunca menciona a su padre, a pesar de que su creador nos había dicho un poco antes que “la fecha más importante, en la vida de un hombre, es la de la muerte de su padre”? Teo es uno de los típicos personajes de Simenon. Huraño, solitario, abandonado por todos, metido en sí mismo esperando un giro de la vida que nunca llegará, enfrentado fatalmente a un destino que le llegó siendo niño en el hospicio. Una pedrada de otro niño le dejó tuerto. Una mujer insatisfecha le dejó solo. Una hija seducida por un rico déspota se marchó a ver el mundo, aunque el mundo no la vio a ella. Y unos deseos insatisfechos le queman las entrañas.
Esta no es una novela de la serie del comisario Maigret. Pero está basada en un crimen y se desarrolla con una fuerte intriga en la que la cuestión principal no es descubrir al criminal, al cual, por otro lado, se le va conociendo a través de los personajes, aunque el final nos depare alguna sorpresa típicamente policiaca. La historia está montada como si fuera una novela policíaca vista desde fuera, pues, por un lado está el inspector de policía Gorre y el gendarme Alfonsi, los dos investigando el crimen, si bien este último siempre a la zaga del primero y tratado un tanto irónicamente; por otro, y frente a ellos y al mundo entero, Teo, el Jefe de Estación en Versins-Haut, es a través suyo como vamos conociendo el resultado de las investigaciones de los policías.
Versins-Estación, es un apeadero en donde sólo paraban dos trenes por la mañana y dos por la noche y por donde los rápidos pasaban sin aminorar la velocidad. Tal es así que al propio Teo le llaman “guarda-barreras”. En consonancia con su trabajo es su vida. Teo es un perdedor desde la cuna. Su madre, que buscaba la felicidad en el fondo de la botella hasta que la encontró en la muerte, le abandonó en la Beneficencia y fue acogido por un matrimonio que le trataba de inepto, como todo el mundo, los había también que le llamaban “pelagatos”. Verdad es que Teo es lento, que le cuesta entender las cosas, pero no es tonto y se la tiene jurada al mundo entero, “Un día les enseñaré…” Su vida transcurre esperando ese día que no llega nunca. ¿No llega nunca? Sí. Llegó de la forma más trágica que pudo hacerlo: un africano aparece muerto en el terraplén de la vía.
La intriga de la novela radica en ver si Teo puede cumplir sus deseos de venganza o no. Como, por otro lado, sabemos que es un perdedor, nos imaginamos que no va a ser posible. Además el lector va asistiendo a la investigación policíaca desde fuera, a través del Jefe de Estación y de los demás personajes y el lector enseguida se da cuenta de que los rápidos avances de la policía y que, por consiguiente, Teo se va a quedar sin su venganza. Por eso no importa hablar de los hechos. Estos son muy simples. El rico del pueblo, Justino Cadieu Cadieu, muere cinco días antes de que se inicie la historia sin, al parecer, nombrar herederos. Tenía un hijo que se marchó a África donde se casó, tuvo un hijo y luego murió. El hijo, Enrique Cadieu, fue avisado por su abuelo que deseaba, según todos los indicios, tenerlo con él y nombrarle heredero universal. Pero fue asesinado por quien vio peligrar su herencia. Una historia de egoísmos, de ambiciones, una historia humana. Eso es todo.
El día llamado para la venganza es el día que da comienzo la historia. Mejor dicho, una noche de luna llena. Teo da salida al último tren del día y entreve la figura de un negro. Luego lo verá desde la ventana de su casa dirigirse al pueblo. Al día siguiente este negro es encontrado muerto cerca de la vía del tren. El sabe que no se ha tirado del tren, como aseguran todos, que ya había pasado la curva cuando le vio. Por eso planea la venganza: un chantaje a Nicolás Cadieu para poder vivir bien: una casita en un pueblo no muy grande con río, una barquita, un hotel donde comer y cenar, como lo estaba haciendo ahora y donde poder jugar a las cartas, y unas mujeres fáciles para ir pasando la vida. Esas son todas sus aspiraciones.
El viernes, cuando todavía no se ha resuelto el crimen y cuando llegó Dambois a la estación para sustituirle, pues era su día libre, prepara la venganza, mejor dicho, precipita la venganza. Pero lo hace ayudándose del alcohol el cual, dicho sea de paso, ingiere abundantemente todos los días, pero los viernes, cuando está libre, lo hace en mayor cantidad, pasando su borrachera por tres fases: aislamiento, euforia y depresión. Ese viernes inicia su viaje hacia la depresión más pronto que otras veces y antes de comer está casi para perder el sentido. En esa situación intenta entrevistarse con Nicolás. Pero ya es tarde. Este es el episodio más interesante de la novela. Como Teo va pasando del rencor a querer comerse el mundo y a la depresión acompañada de una situación ridícula. Sus reflexiones, a través de las miradas hacia el exterior, van marcando el camino de la investigación policial y de su hundimiento moral y físico.
Simenon es un gran escritor, a pesar de lo que algunos se empeñen en lo contrario. Frases no excesivamente largas, vocabulario preciso y fácil de traducir, narrador en tercera persona que conoce todo sobre Teo, no sobre los demás, lo cual sirve para aumentar la tensión dando fuerza a la tragedia que se desencadena en el interior del Jefe de Estación. Pero es que, además, Simenon sabe describir con breves pinceladas cargadas de tinta, como los impresionistas cargaban el pincel de luz, a los personajes. Y en esa descripción nos muestra a las gentes normales con sus amores y frustraciones, las luchas sociales aunque no se participe en ellas. Nos muestra a los hombres y mujeres empujados por unos destinos implacables, a la delincuencia e incluso al asesinato. Se ha dicho en más de una ocasión que Simenon se mostraba indiferente a los hechos narrados por él. No estoy muy seguro de que esto sea así, en todo caso también Balzac, por ejemplo, era un fiel representante de la aristocracia y, sin embargo, según Engels, de la lectura de La Condición Humana, afirma obtener más conocimientos sobre la realidad de la sociedad francesa que en Zola (carta diridida a Miss Harkeness, abril de 1888).
 Aunque J.C. Casals no la considera una obra principal, a mi me parece una novela genial, un estudio psicológico profundo y un trato con los perdedores tan humano que, como dice Horacio Otheguy Rivera, Simenon “hace del fracaso una aventura fascinante”.


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jueves, 3 de enero de 2013

Vidocq, entre el mito y la realidad




Quinta y última parte:
El anuncio de su muerte le sorprende en Londres

Estando en Londres, el periódico La Democracia Pacífica, de París, da la noticia de su muerte, afirmando que ya, desde un año antes había mostrado una gran merma física debido a los excesos con la bebida. Es la mujer de Vidocq, Fleurida Vidocq, quien envía la respuesta al periódico: “Quienes le conocen saben que mi esposo ha conservado la plenitud de sus facultades intelectuales; que no bebe con exceso licores alcohólicos, etc”. A la vuelta de Londres Vidocq demandó a Victor Consedérant, autor del artículo, que fue condenado.
A pesar de que en 1847 su mujer se suicida, todavía tiene fuerzas para participar en la Revolución de 1848. Incluso parece ser que su papel el 21 de mayo, fue decisivo para salvar la vida de Lamartine. Pero la Revolución trajo un cambio en su negocio. Muchos clientes de la Agencia eran ricos que, ahora perseguidos, dejaron de pagar el dinero a Vidocq. Además, Napoleón III, que él había contribuido a aupar en el poder, no le concede la pensión que solicitó. No está arruinado, tampoco carece de ánimos y, aunque ya viejo, sigue teniendo amantes. Como él dice, aunque con muchos años, no soy un anciano gotoso ni repulsivo, no chocheo, no tengo enfermedad alguna. Me gustan los cuidados y los mimos. Soy activo y un poco exigente en lo que se refiere a la limpieza, al orden y buen aspecto de la casa, etc. Aparte de todo esto, soy bastante buen chico.
Eugène François Vidocq murió rodeado de amigos, no estuvo nunca solo, como en alguna ocasión se ha dicho. Su amigo, el abogado Carlos Ledru, nos lo describe así, poco antes de morir: las personas que le escuchaban “permanecían en silencio cuando él contaba sus hazañas. Relataba sus proezas como un general habría contado sus combates, porque en todas las situaciones había conservado la propia estimación; y ese sentimiento, que era su égida, su garantía y su talismán, muchas veces le hacía exhalar suspiros como éste, que siempre encontraba eco en tal auditorio”.
La figura de Vidocq ha despertado mucho interés en el mundo del arte. Ya no sólo la literatura de la que hemos hablado (y de la que nos hemos dejado en el tintero: Chesterton, Gaboriau, Leblanc…), también el cine. En la época del cine mudo, Jean Kemm rodó una película sobre su vida (1922); posteriormente Jacques Daroy hizo otra en 1938. En 1946 Douglas Sirk rueda Un escándalo en París. En 1967 se realiza una serie para la televisión con Bernard Noël como protagonista, también en 1971 se rueda otra serie para televisión con Calude Brasseur como Vidocq bajo el título de Las nuevas aventuras de Vidocq. En 2001 Pitof dirige a Gerard Depardie en la fantástica Vidocq. También hemos de tener en cuenta la existencia de una sociedad afincada en Filadelfia (USA), que lleva su nombre, como “tributo al padre de la criminología moderna” y cuyos miembros (82, los mismos años que vivió Vidocq) y finalidad es el esclarecimiento de “casos fríos”, es decir, abandonados hace tiempo.

Este trabajo (las cinco partes) se publicó en Prótesis, publicación consagrada al crimen. Núm. 2, Madrid, junio 2008. Págs. 17-21
Y se publicó por segunda vez en Liberty, 3 de febrero de 2010


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lunes, 31 de diciembre de 2012

Vidocq, entre el mito y la realidad




Cuarta parte:
Detective privado

En 1832 abandona la policía. En realidad es Gisquet, prefecto entre 1831 y 1836, quien le invita a salir de ella, a él y a todos los demás que habían sido delincuentes: “La natural y lógica repugnancia que tenían los prefectos y aún los empleados superiores para tratar con los hombres de esta brigada e iniciarse en los detalles de sus actuaciones, dejaba la dirección totalmente en manos del jefe que la conducía, sin ningún otro control”. Como resultado elimina la brigada dirigida por Vidocq y expulsa de la policía a todos los ex ladrones.
Eugène François no se amilana, sabía demasiadas cosas como para dejarlas pasar. En 1833 crea la primera agencia de detectives conocida en el mundo: Boureau de Renseignements Universels dans L’Intérêt du Commerce, diecisiete años antes de que Alla Pinkerton y el abogado de Chicago Edward Rucker fundaran la North-Western Police Agency, transformada posteriormente en Pikerton’s National Detective Agency.
La Agencia tiene un éxito inmediato, llega a reunir más de veinticinco mil fichas de delincuentes estafadores, al año de existencia cuenta con más de ocho mil clientes. Sus éxitos son tan rotundos y brillantes que un año después cuatro mil clientes firman un documento que les facilita el propio Vidocq a fin de limpiar el nombre que la policía trata de oscurecer.
La policía, en lugar de buscar métodos seguros y eficientes para cumplir con su labor, se dedica a perseguir a Vidocq. El 19 de diciembre de 1837 es detenido acusado de estafa y abuso de confianza. El caso es archivado y Vidocq puesto en libertad el 3 de enero de 1838. El 17 de agosto de 1842 es vuelto a detener, esta vez acusado de detención ilegal, secuestro de personas y estafa. Su caso se ve entre el 3 y el 5 de mayo de 1843. Vidocq es condenado a cinco años de cárcel y otros cinco de libertad vigilada. La sentencia es recurrida y el nuevo juicio se celebra el 22 de julio del mismo año. Vidocq es absuelto de todos los cargos. Queda en libertad después de once meses en la cárcel a donde fue llevado en brazos de las envidias policiales.
Vidocq sabe aprovechar todo esto en beneficio propio: ahora la Justicia ha tenido ocasión de examinar hasta el más pequeño engranaje de mi negocio, y ha comprobado su eficacia y su moralidad. Y su Agencia crece y se extiende por varios países además de Francia. Sin embargo Vidocq va dejando las labores a otros y se dedica a viajar con algo parecido a un teatro. En 1845 lleva a cabo una exposición en Londres, en la Cosmorama de Regent Street, con un número musical en el que aparece con varios disfraces y donde también exhibía una especie de museo.

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miércoles, 26 de diciembre de 2012

El clavo, una "causa célebre"


Foto tomada de la página

El clavo, primera historia policiaca española

Es muy probable que Pedro Antonio de Alarcón se inspirara, como dice Colmeiro, en la obra de Hipólito Lucas titulada Le Clou, histoire fantastique, publicada en 1843 en el Almanach Prophétique como una ”Causa Célebre”. En dicha obra Hipólito Lucas emplea los elementos básicos (el clavo, la calavera, la visita al cementerio…) que serán recreados literariamente por Alarcón.
También es muy probable que Poe influyera en Alarcón, de lo cual se ha hablado mucho. Lo mejor al respecto es que el lector interesado acuda a la obra de Colmeiro: José F. Colmeiro, La novela policiaca española. Teoría e historia crítica. Editorial Anthropos, Barcelona, 1994 (Págs. 89-96).
El clavo es una “causa célebre”, una historia que, como decía Emilia Pardo Bazán, eran “del dominio general”, casos reales  contados a viva voz al amor de la lumbre en las frías noches de invierno. Causa célebre que Alarcón enriqueció con su aportación literaria. Algunos la consideran una “obra menor”, yo creo que el texto está perfectamente elaborado, con un crescendo en tensión donde el misterio se va complicando, donde se nos muestran los ambientes típicamente románticos, con unos diálogos muy bien estructurados… ¡En fin! Es una “causa célebre” bien llevada al mundo de la literatura.
Hay muchos elementos afines a Los crímenes de la calle Morgue de Poe. El narrador de Los crímenes… es un individuo que interviene en el relato pero de forma secundaria, es un testigo presencial, que procura dar una visión objetiva de los hechos que no aclara más de lo que ve. En El clavo el enamoradizo Felipe, apenas si está dibujado ligeramente, es un narrador que "se limita a servir de instrumento en la mecánica del cuento". En Los crímenes... el ambiente es tétrico y misterioso, algo fantástico. En El clavo el ambiente es fantástico y cargado de misterio. Los crímenes... se inician con una reflexión sobre el razonamiento, sobre la inteligencia analítica convertidos en puro placer para aquel que la practica. El clavo se inicia con una reflexión, un deseo, sobre los compañeros de viaje que uno no elige cuando emprende un largo recorrido en diligencia, habiendo un placer comparable a la reflexión analítica, cual es estar acompañado "de una hermosa compañera de viaje; por ejemplo, una viudita de veinte a treinta años". El azar y el misterio se dan la mano, unidos a la “inteligencia analítica”, para resolver los dos casos.
Con todo El clavo es un magnífico cuento. Extraordinariamente planteado y maravillosamente resuelto. Tres personajes son los principales: El juez Joaquín Zarco, Felipe el narrador, y Ella. Ella es en realidad tres ellas. Por orden de aparición: Mercedes de Méridanueva, la dama elegante que acompaña a Felipe en el viaje de Granada a Málaga, aunque éste no sabrá su nombre hasta más tarde. Otra es Blanca, el amor de Zarco. La tercera es Gabriela Zahara del Valle, la figura más trágica de la narración. Las tres son la misma y las tres se muestran en su verdadera y clásica tragedia de la que no pueden huir por más que lo intentan. Es su destino. Su final no puede ser de otra manera en la narración conservadora del siglo XIX.
Los diálogos son fluidos y, aunque a veces, bajo la influencia del periodista y escritor francés del siglo XIX Jean Baptiste Karr, demasiado cortos, son muy divertidos. A veces incluso están planteados todos seguidos los de una persona y luego las respuestas
"- Va usted bien?
- Se dirige usted a Málaga?
- Le ha gustado a usted la Alhambra?
- Viene usted de Granada?
- Está la noche húmeda!”
A continuación están las respuestas también encadenadas de la compañera de viaje:
- “Gracias
- Sí
- No, señor
- Oh!
- Pchís!”
Otras veces los diálogos son más profundos y "serios" como cuando se vuelven a ver, después de mucho tiempo, Felipe y el juez Joaquín.
El cuento está planteado de manera que poco a poco los lectores vamos sospechando lo que está pasando. Sobre todo después de la narración del juez en la que explica a Felipe su encuentro con Blanca y sus amores frustrados. El lector, en un limpio y puro fair play, va uniendo datos para llegar a la conclusión de que ella son las tres personas en una misma y, si en un principio, se le achaca criminalidad, poco a poco, también, vamos viendo lo trágico de la situación. Además todos sabemos, intuimos, a qué ha ido el juez después de la sentencia a muerte, aunque el perdón llegue tarde. Mejor, tarde no, llega trágicamente tarde, unos segundos tarde. Esa es la historia de Mercedes-Blanca-Gabriela: la de llegar tarde a su propio destino.
Una causa célebre convertida por Alarcón en un cuento extraordinario que, aunque nos recuerde los extraordinarios de Poe, no quita para saber que estamos ante una bella narración. Tradicionalmente es considerada como la primera narración policíaca de la literatura española.
PEDRO ANTONIO DE ALARCÓN: La Comendadora, El clavo y otros cuentos. Edición de Laura de los Ríos. Ed. Cátedra. Col. Letras Hipánicas, 27. ISBN: 84-376-0045-6. 286 Págs.
Hay, entre otras, una edición en la Biblioteca Virtual Miguel de Cervantes


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Vidocq, entre el mito y la realidad




Tercera parte:
De ladrón a policia

Su llegada a la policía es una auténtica revolución. Son años en los que la gran burguesía ya está asentada en el poder, de la mano de Bonaparte. Años en los que la delincuencia, tanto en provincias como en París, está experimentando un fuerte desarrollo y en los que los burgueses necesitan seguridad para llevar a cabo sus negocios. Por eso, aunque no les guste que un ex delincuente dirija la policía, miran hacia otro lado al comprobar que es efectiva. Vidocq desarrolla un auténtico programa policial. Revela los métodos, costumbres, hábitos y vestidos de los delincuentes; propone medidas para evitar el fraude, da a conocer las estrategias de los ladrones y lleva a cabo una clasificación de los forajidos, señalando públicamente a los más importantes. Todo ello con el fin de que la corrupción se vea disminuida, que los atentados contra la propiedad (emblema burgués) sean más raros y que la prostitución deje de ser una consecuencia obligada de ciertas posiciones desagradables. Y, como hasta ese momento, dice Vidocq, las policías han sido montadas no con miras al bien general sino (…) por cuenta del primer llegado que dispone de los dineros del tesoro, pretende realizar una trasformación total. No es extraño, pues, que toda la policía se ponga en su contra.
Además del programa que llevó a cabo en la policía, Vidocq introduce un nuevo método en la investigación criminal. Fue el primero en decir aquello de que en la escena del crimen todo debe ser mirado bajo el microscopio. También fue el primero en llevar a cabo la elaboración de unos moldes para las huellas de los pies y en controlar y almacenar las huellas de las manos. Llevó a cabo estudios de balística y realizó los primeros retratos robots, buscando memorizar los rostros de los delincuentes, por útlimo, desarrolló las técnicas de vigilancia. Inventó una tinta que no se podía borrar, además de un papel de difícil falsificación –la primera vez que estuvo fuera de la policía, de 1827 a 1830, montó una fábrica de papel (fue un fracaso entre otras cosas porque los clientes exigían un precio mas barato que a otros por emplear a ex delincuentes), que fabricó dicho papel-. Además fue creando un fichero de todos los delincuentes con los que se tropezaba. Todo esto lo plasmó en un manual de uso interno de la Sûreté.
Los otros policías no ven con buenos ojos la labor de Vidocq y, en muchas ocasiones, intentan boicotearla. Para comprobar cómo se ríe de los policías es suficiente una anécdota. El prefecto de policía, Sr. Henry, comenta a sus subordinados que deben arrestar a todo un grupo de malhechores que se reúne en un cabaret llamado Denoyez. Uno de los oficiales propuso entonces llevar a todo un batallón. Vidocq le dice al prefecto que con ocho hombres suyos era suficiente, el Sr. Henry aceptó. Vidocq entra solo en el cabaret, manda parar la música y grita: “¡Yo soy Vidocq!”. Salen las mujeres y cuando lo hacen los hombres son señalados uno a uno con una tiza. Afuera están sus ocho ayudantes que los van metiendo en los furgones. Treinta y dos malhechores son detenidos sin esfuerzo ninguno. Sus métodos ponen en ridículo a los otros policías, los cuales le acusan de conocer previamente el delito para esclarecerlo luego de forma rápida.
Con la Revolución de julio de 1830 vuelve a la policía. Había solicitado la baja por desavenencias con los ultramonárquicos protegidos de Carlos X. Al principio, bajo el nombre de Lauret, dirige clandestinamente a la Brigada de Seguridad, hasta que el 31 de marzo de 1832 es nombrado jefe de Seguridad. Vidocq es un bonapartista y defiende los derechos de la burguesía. Quiero que triunfe un derecho que no atañe solamente a mi interés personal, sino que alcanza a las alturas del interés público. Porque se trata de la primera y de la más sagrada de las garantías: la que defiende y protege la libertad individual. Le falta hablar de la propiedad privada, pero la defenderá con su agencia de detectives. Por eso, cuando en junio del 32 estalla una insurrección popular, él, al frente de varios grupos de policías, dirige las acciones protegiendo la prefectura de la policía de las iras revolucionarias, logrando mantener a Luis Felipe en el trono. Luego, sus adversarios –a la vez que enemigos de Luis Felipe-, dirán que el rey ha sido salvado gracias a los bandidos.

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martes, 25 de diciembre de 2012

Los orígenes de la novela policiaca







Quinta parte:
“Causas Célebres”

La prisión de Newgate fue famosa por el terror que albergaba en su interior, por sus ilustres moradores (entre los que podemos destacar al ya mencionado Jonathan Wild, del que Defoe escribió una crónica biográfica,  Jack Sheppard, que se fugó tres veces de ella y que publicó una autobiografía, que es atribuida a Defoe y el mismo Daniel Defoe se contó entre sus huéspedes, después de permanecer tres días en la picota –exposición pública de un reo al que las gentes que pasen por ahí le arrojan piedras y otros objetos, si bien Defoe había publicado en esos días su poema Himno a la picota y el público le arrojaba flores-), por su incendio ocasionado en la revuelta de 1780, nueve años antes de otra gran revuelta que en París termina con la Bastilla, en la que participó el poeta William Blake: “nubes hambrientas vagan en las profundidades…” y por los calendarios que publicaba.
Hacia mitad del siglo XVIII aparece el primer Calendario de Newgate, cuyo objetivo es contar las vidas de los prisioneros más famosos de la cárcel, llevaba como subtítulo el sangrante registro de los malhechores. Consistía en un boletín mensual publicado por el director de la prisión. Algo más tarde otros editores hicieron suya la idea hasta que en 1774 apareció una edición en cinco volúmenes que se convirtió en el modelo estándar de El Calendario de Newgate. A principios del siglo XIX salieron otras dos ediciones.
El Calendario se convertirá en un modelo a seguir por las publicaciones denominadas “Causas Célebres”. Se trata de unas crónicas de la vida de delincuentes y, sobre todo, de sus actos criminales, narrados de manera “dramática” y minuciosa siguiendo las actas de los juicios con fuertes dosis de sensacionalismo y estilo novelero. Estas “causas” se llamaron, en realidad, Dramas judiciales. Causas Célebres criminales y correccionales. Tal y como se llama, por ejemplo, el volumen publicado en Madrid en el año 1849 por el editor Ramón Rodriguez. En dicho volumen, y a manera de justificación, se dice lo siguiente:
“Mucho se equivocaría el que al recorrer las páginas de esta obra, nueva en su género, creyese que abrigamos la intención de erigir un monumento al crimen, y de presentar como héroes a los que han sido azote y oprobio de la humanidad. Nuestro objeto es más noble y más importante, pues la narración de los hechos abominables presentados bajo el punto de vista de su causa definitiva, de sus consecuencias y de su expiación, envuelve una muy útil enseñanza respecto a la influencia de las costumbres que exaltan o reprimen las pasiones, y acerca de las mejoras que aconseja y reclama el estado de nuestra sociedad”.
Es decir, que la finalidad de dicha publicación, y de otras muchas tanto en España como en Francia, Bélgica, etc. es la de servir de escarmiento. Pero también se nos asegura que “la relación sucinta, pero concienzuda, dramática, pero verdadera, de los procesos célebres que han llegado a ser en cierto modo históricos, no puede menos de agradar a los que solo buscan en la lectura una distracción o un alimento a su curiosidad”. Por lo tanto lo que se busca en realidad es servir de distracción: se trata pues de historias noveladas sensacionalistas, verídicas y que no dejan indiferente al lector.
Pero es que, además, las “causas célebres” eran de dominio público, historias que se narraban de viva voz y que eran patrimonio de todos, como dijo Emilia Pardo Bazán, "una causa célebre es del dominio general" (Obras Completas. Tomo III, pág. 1382). Esos casos reales, que se reflejaban en los volúmenes publicados expresamente, o en los periódicos, se leían o se contaban en las largas noches de invierno al calor del fuego.
Para ilustrar lo que es una causa célebre con calidad literaria se puede leer El clavo, de Pedro Antonio de Alarcón. Incluso se puede descargar en la página del instituto Cervantes Virtual.
La fotografía que ilustra esta entrada es de la nueva cárcel de Newgate después de la reconstrucción realizada a raíz del incendio de 1780. Fue obra del arquitecto Jacques Blondel que se refería a ella como “arquitectura terrible”, (casi sin ventanas, cadenas grabadas en su puerta principal, fachada almohadillada, simetría perfecta...) que nos habla más de una fortaleza en la que los horrores de su interior no pueden salir a la luz. Hoy el lugar –Newgate Street en el cruce de Old Bailey, en pleno centro de Londres- se alza el Tribunal Penal Central, más conocido por El Viejo Bailey


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