De nuevo un homenaje a "Liberty bar", de Simenon.

Hace ya algunos años, en concreto el 9 de mayo de 2007, nacía Liberty. El nombre era un homenaje a la mejor novela de Simenon sobre Maigret, Liberty bar. Luego, ya casi al final, cambió el nombre por el de JAJA, un personaje entrañable de dicha novela. Y, más tarde, Liberty/JAJA desapareció, era abril del 2009: "Hasta... ¿pronto, nunca, siempre?" se despedía entonces con cierto amargor en el alma: "muchos lectores que tienen otros blogs", muchos escritores que enviaban sus libros, algunas editoriales que también lo hacían (había días en que Liberty recibía más de 100 visitas)... dejaron de existir, ya no enviaban, ya no escribían, ya no existían...

Hoy (noviembre 2012) vuelve, con otra dirección (en-liberty.blogspot.com) pero con el fin de recuperar alguno de los textos que allí se publicaron. Y algunas cosas más. Pero haciendo tabla rasa de aquellos años.

Enrique Bienzobas

El contenido de este blog se ha transferido a la siguiente dirección:

Liberty B:

http://www.liberty-bienzobas.es


martes, 4 de diciembre de 2012

Los orígenes de la novela policiaca


Fotografía tomada del blog




Primera parte:
Literatura policiaca y popular.

Que en la historia de la literatura universal existan muchos ejemplos en los que el delito (crimen, robo, secuestro…) sea el elemento clave no nos da carta blanca para afirmar que la literatura policiaca ha surgido prácticamente con la misma literatura. Para poner sólo unos ejemplos, hay quienes afirman que el drama de Sófocles, Edipo rey ya tenía características de policial. Nada más lejos de la realidad, por muchos enigmas o crímenes que en él haya no es una obra policial. En Edipo rey se trata el tema de la lucha contra el destino, de la búsqueda de la verdad, de la importancia de los dioses para los griegos…, nunca con las técnicas de lo que hoy entendemos como narrativa policiaca. Los hay que han querido ver en la Biblia cristiana, elementos policiales. Otros también quisieron ver en El Quijote los mismos rasgos… Puede ser que en esas visiones se esconda en realidad un complejo de literatura popular del que tratan de huir, sin caer en la verdadera cuestión: la literatura policiaca ha sido, desde sus orígenes hasta hace bien poco –y no todas las contemporáneas se salvan de dicho calificativo que, por otro lado, nada tiene de peyorativo-, una literatura popular, no necesariamente inferior, ni que venga a vulgarizar la literatura elitista, tal como defendió Ortega y Gasset en La rebelión de las masas.
Podemos entender por literatura popular aquella que, “tiene como destinatario directo al pueblo”[1] y que se ha transmitido primero oralmente y después tanto oral como por escrito. Literatura popular sería entonces tanto la poesía épica, la lírica (trovadores y juglares medievales) y  los romances, como las novelas de caballerías y, ya en el siglo XIX, los folletines, de los que más adelante hablaremos, sin que se nos escapen las telenovelas, los tebeos (ahora cómics), los best-seller, la picaresca, las obras burlescas, las canciones, los cantares…
“¿Queréis conocer la historia de un pueblo? Ved sus romances. ¿Aspiráis a saber de lo que es capaz? Estudiad sus cantares”, escribía Antonio Machado Álvarez, padre de Manuel y Antonio[2]. Naturalmente esa literatura popular no ha tenido aspiraciones cultas y, ni mucho menos, elitistas. Y no por eso decimos que es una mala literatura, sino que hablamos de ella, el que no se obceque con el Academicismo, de literatura sin más. No hay, pues, que acomplejarse porque a uno le guste (leerla y/o escribirla) la literatura popular. Pero tampoco vamos a decir que obras como las de Lope de Vega, Shakespeare, Dickens, Balzac, Galdós, Blasco Ibáñez…, escritores que escribieron tanto para el público masivo como el culto, serían autores populares y policiacos. No es necesario forzar las cosas.
No es fácil encontrar una definición universal para la novela policiaca, por eso vamos a aunar lo que dice Colmeiro: “entendemos por novela policiaca toda narración cuyo hilo conductor es la investigación de un hecho criminal, independientemente de su método, objetivo o resultado”[3], con lo defendido por Narcejac: “El misterio caracteriza a la novela policiaca; el razonamiento que explica el misterio forma parte también de la novela policiaca. Misterio. Investigación. He aquí los dos elementos esenciales cuya fusión, siempre laboriosa, siempre incompleta ha dado origen a este género extraño que se le llama, valga la vaguedad del término, novela policiaca”[4]. Así, pues, los elementos básicos de la novela policiaca son el misterio y la investigación. Y, como todo es producto de la historia, del momento en el que surge, antes que ella se desarrollaron una serie de prolegómenos que llevaron a la novela policiaca.
Sin la aparición de los periódicos diarios, sin la novela gótica, sin las “causas judiciales célebres”, sin el folletín y sin el Romanticismo, todo ello en una sociedad que cambiaba sus paradigmas sociales y económicos por la acción del capitalismo industrial, no podríamos estar hablando de literatura policiaca. Empecemos entonces hablando, lo más brevemente que podamos, de la revolución industrial.


[1] Demetrio Estébanez Calderón: Diccionario de términos literarios. Alianza, Madrid, 1996.

[2] Antonio Machado Álvarez: “Apuntes para un artículo literario. Introducción al estuido de las canciones populares”. En Revista Mensual de Filosofía, Literatura y Ciencias. 1869. Tomo I, pág. 175. Citado por Francisco Rodríguez Marín en Cantos populares españoles. Editorial Renacimiento. Sevilla, 2005. Pág. XXVII.

[3] José F. Colmeiro: La novela policiaca española. Teoría e historia crítica. Editorial Anthropos, Barcelona, 1994. Pág. 55.

[4] Thomas Narcejac: “La novela policiaca”. En AA.VV. (Gramsci, Chesterton, Poe…): La novela criminal. Editorial Tusquets, Colección Cuadernos Ínfimos, núm. 10. Barcelona, 2ª ed. 1982. Pág. 51.