De nuevo un homenaje a "Liberty bar", de Simenon.

Hace ya algunos años, en concreto el 9 de mayo de 2007, nacía Liberty. El nombre era un homenaje a la mejor novela de Simenon sobre Maigret, Liberty bar. Luego, ya casi al final, cambió el nombre por el de JAJA, un personaje entrañable de dicha novela. Y, más tarde, Liberty/JAJA desapareció, era abril del 2009: "Hasta... ¿pronto, nunca, siempre?" se despedía entonces con cierto amargor en el alma: "muchos lectores que tienen otros blogs", muchos escritores que enviaban sus libros, algunas editoriales que también lo hacían (había días en que Liberty recibía más de 100 visitas)... dejaron de existir, ya no enviaban, ya no escribían, ya no existían...

Hoy (noviembre 2012) vuelve, con otra dirección (en-liberty.blogspot.com) pero con el fin de recuperar alguno de los textos que allí se publicaron. Y algunas cosas más. Pero haciendo tabla rasa de aquellos años.

Enrique Bienzobas

El contenido de este blog se ha transferido a la siguiente dirección:

Liberty B:

http://www.liberty-bienzobas.es


domingo, 9 de diciembre de 2012

Los orígenes de la novela policiaca


Fotografía tomada del blog



Segunda parte:
Cambio de modelo social


Evidentemente no voy a hacer aquí ninguna historia de la Revolución Industrial, ni siquiera un resumen, hay montones de libros que hablan de ella. Sí diré, en cambio, que la nueva burguesía comercial se hizo de oro con el comercio triangular: llenaban los barcos de baratijas (además de alcohol, pólvora…) en Inglaterra, Países Bajos, Francia…, y los llevaban a África, allí cambiaban esos productos por esclavos que eran trasladados a América hacinados y en condiciones infrahumanas, donde los vendían como cualquier otra mercancía. Con el dinero obtenido compraban materias primas, sobre todo algodón. Volvían a Inglaterra (Holanda, norte de Francia…) y las vendían a la incipiente manufactura que se había saltado las normas impuestas por los gremios medievales puesto que ya no servían al nuevo sistema productivo. La acumulación de dinero fue tal que necesitaban invertirlo en otras actividades, por ejemplo en la nueva industria mecanizada. Vemos, pues, que el capital inicial necesario para las nuevas máquinas salió de un comercio humanamente ilegal. El capitalismo industrial, y todo lo que vino después, descansa en unas raíces inhumanas. No se puede, pues, pedir al capitalismo humanidad, no la tiene.
Esa nueva industria mecanizada se va a las ciudades, después de romper el círculo campesino-manufacturero. En las ciudades surgen los nuevos talleres y, con ellos, las aglomeraciones de obreros. Dichos obreros procedían del mundo rural en el que las leyes de cercamiento de tierras (Inglaterra en un principio) les dejó sin su sistema de manutención colectivista. Ahora, “libres de las cargas feudales”, se emplearon por horas a cambio de un salario. Estaba naciendo el proletariado industrial: la explotación sistemática, agotadora y alienadora. Más tarde vendría la explotación “científica” (fordismo, taylorismo, estajanovismo…), es decir, la aniquilación del ser humano.
Estos obreros se agrupaban masivamente en barrios construidos alrededor de las fábricas en las que trabajaban. Sin luz, sin agua, sin calefacción. Casi sin comida, casi sin vestidos. Si enfermaban y no iban a trabajar no cobraban ese día. Los niños no iban a la escuela, ayudaban a los mayores trabajando, haciendo el mismo esfuerzo, como las mujeres, y cobrando menos que los hombres mayores… Por supuesto que no había vacaciones ni “fiestas de guardar”, en esas fiestas el patrón obligaba a los obreros a asistir a misa y luego de nuevo al tajo. O sea, casi lo que hoy está empezando a ocurrir en el mundo “desarrollado”, por ejemplo, en el Estado español, donde la sanidad para todos, la enseñanza para todos, la asistencia social para todos… están desapareciendo en aras del gran beneficio económico.
En esos barrios, con esas gentes, nace un tipo de delincuencia no conocida hasta entonces. No hablamos de las revueltas ludistas, que también; no hablamos del movimiento obrero organizado, que también; no hablamos de las ocupaciones de fábricas, que también; no hablamos de los nuevos sindicatos (Trade Unions), que menos… Hablamos de aquellos individuos que, en solitario o en grupo, asaltan, roban, asesinan… rompiendo el “equilibrio social” tan querido y necesitado por los burgueses, porque la “seguridad” era y es necesaria para el negocio, para el “equilibrio” burgués. Algo que suena en los oídos a todas horas.
Grupos organizados de delincuentes han existido desde que apareció la propiedad privada. Basta leer, por poner un solo ejemplo de los infinitos que puede haber, Rinconete y Cortadillo donde vemos aquella Corte tan bullanguera y maravillosa de Sevilla. Pero ahora, el orden burgués es necesario para asegurar tanto los pequeños como, sobre todo, los grandes negocios. Por eso aparecen las nuevas policías urbanas. Según Hoveyda surgieron un poco antes, en el siglo XVII, “más exactamente en el año 1667, en el que se nombró al primer teniente de policía [en París]. Se trataba de La Reynie, famoso por haber acabado con la célebre corte de los milagros[1], si bien no tiene el carácter de la policía posterior. Además en la mayoría de las narraciones iniciales del género policíaco los investigadores no son policías (y no quiero hablar del Juez Ti, allá por el siglo VII en Occidente, en la Dinastía Tang en China, porque no me parece que tenga nada que ver con el género, aunque los hay que lo consideran ya un investigador policial), es más, se ríen de ellos.
Cuando nace este nuevo paradigma de convivencia (de mala convivencia, podríamos afirmar). Cuando se rompe el esquema anterior de relaciones, por ejemplo gremiales. Cuando la pobreza, la miseria y la explotación empiezan a convivir con la riqueza más escandalosa, la opulencia más injusta y el poder cada vez más alejado de las gentes humildes. Cuando se ha puesto fin a la armonía y los contrarios, hasta entonces “desaparecidos”, y aparecen de manera inmisericorde… Cuando todo esto ocurre, surge el rechazo de aquella estética sometida a unas normas clásicas que ya nada dicen, nada inspiran y de nada sirven. Así, frente a las rígidas normas, frente a la falta de libertad, surge el Romanticismo.



[1] Fereydoun Hoveyda: Historia de la novela policiaca. Alianza, Madrid, 1967. Pág. 18