Cuarta parte:
Prensa y literatura popular
Pero antes de hablar de las
“Causas Célebres” veamos el soporte que les da cobertura.
Como hemos visto, nos
encontramos en ciudades que crecen rápidamente, que se masifican en las que se
desarrolla un ambiente de misterio, de libertad (evidentemente no para los
obreros), horror y fantasía y... con periódicos, que no nacen ahora, pero sí
que crecen. Parece ser que el primer periódico diario que surgió, no se si en
el Mundo o en Europa, fue el Daily
Courant que lo hizo en Inglaterra a principios del siglo XVIII (1702). Pero
no es este el lugar, ni yo el apropiado, para hacer una historia del
periodismo. En el siglo XVIII se editaban dos tipos de periódicos, unos con
lenguaje culto, de precio elevado y muy cuidados; otros de lenguaje más
popular, no tan bien cuidados y baratos.
A partir del momento en el
que el Parlamento británico decide celebrar sus sesiones a puerta cerrada,
muchos periódicos comienzan a escribir de manera crítica e irónica, apareciendo
entre sus temas preferidos los políticos y sociales. Daniel Defoe colaboró en algunos de estos periódicos además de
publicar panfletos, actividad que le llevó a presidio y a punto estuvo en ser
“ajusticiado”. Dicen las crónicas que Defoe
se hizo pasar por el Capitán Charles
Johnson, autor del libro Historia
general de los robos y asesinatos de los más famososo piratas para narrar
las vidas, más que asesinatos, de foragidos del mar, entre otros de aquellos
piratas libertarios que crearon en el norte de Madagascar la comunidad de Libertalia, Misson y Caraccioli.
También Defoe, allá en 1725 publicó un
relato sobre el criminal Jonathan Wild
(un individuo que se hacía pasar por policía para controlar una de las bandas
de delincuentes más importantes de Inglaterra. No sabemos si Vidocq, otro transformista, se inspiró
en él), ejecutado en la horca en ese mismo año.
En las primeras décadas del
siglo XIX aparece en la prensa la narrativa follentinesca, es decir la
publicación de novelas como sección fija de algunos periódicos. En un principio
no eran novelas sino crítica teatral y de libros, pero después aparecen las
novelas. Por ejemplo, el 5 de agosto de 1836 empieza la publicación del Lazarillo de Tormes en el periódico Le Siècle. Después ya vendrán las
novelas de Alejandro Dumas, Honorato de Balzac… A esta modalidad de dar a
conocer novelas hay que añadir las “novelas por entregas” que, con una
periodicidad establecida, se van distribuyendo, generalmente por suscripción,
los diferentes capítulos de una novela.
Las características más
destacadas de estas novelas (folletín y entregas) es que se trata de narraciones
melodramáticas con temas y argumentos dirigidos a las clases populares, con
rasgos ideológicos esquemáticos y personajes maniqueos. Lo importante es que se
crea una fuerte tensión al final de cada capítulo, buscando la continuidad del
lector, además de su complicidad, elementos que van a pasar a la novela
policiaca.
La crónica que Defoe realizó sobre Jonathan Wild no era una novedad, las
biografías de delincuentes era un género existente y muy apreciado por el
público: es el morbo por el lado oscuro de la naturaleza humana. Las historias
de estos criminales, que en su gran mayoría, proceden de las clases pobres, que
van perdiendo la inocencia por influencias de las amistades, en las que la
violencia, el sexo y el crimen están a la orden del día y, si además tienen un
“justo” final (arrepentimientos, ajusticiamientos, perdones…), el impacto en el
público es mayor. Es más, su interés no ha decaido, ver por ejemplo la novela
de David Liss, Una conspiración de papel (2001 y 2002) donde aparece Jonathan Wild como personajes
secundario.
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